
La abadía está en uso, y es conocida por las discos de Canto Gregoriano que sus monjes benedictinos han interpretado y vendido consiguiendo varios discos de oro y platino.
Y aunque sólo se puede visitar el claustro con su célebre y centenario ciprés, al que Gerardo Diego dedicó su famoso soneto, sólo por ver el claustro merece la pena el deplazamiento.
Construido durante los siglos XI y XII, se aprecian tres etapas diferenciadas. Sus ocho relieves son majestuosos. Ángulo sudeste: La ascensión y Pentecostés. Ángulo noreste: El sepulcro y El descendimiento. Ángulo noroeste: Los discípulos de Emaús y La duda de Santo Tomás. Ángulo sudoeste: La anunciación a María y El árbol de Jessé. (Éstos de un segundo maestro escultor)
Los capiteles, en especial los del segundo maestro, son obras maestras de la iconografía románica. Los temas son variados: escenas bíblicas o evangélicas, animales quiméricos, grifos, leones, arpías, centauros, aves fabulosas y toda clase de elementos vegetales.