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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Lago de Sanabria


Tras estar en la Laguna de los Peces y comer unas buenas sopas de ajo castellanas y una trucha en El Puente, me dirijo a tomar café a Ribadelago, en la orilla del Lago de Sanabria, y aunque llevamos unos días bastantes fríos por la zona, a diferencia de hace un par de años, la nieve no se deja ver.
Un pequeño descanso a la orilla de este glaciar lago, el más grande de la península, que el río Tera en su camino hacía el Duero se encarga de mantener lleno.
Lago nombrado en leyendas desde el siglo XII, y en obras como San Manuel Bueno, mártir de Unamuno o El Quijote de Cervantes.

Laguna de los Peces


Tras pasar por San Martín de Castañeda y detenerme a ver el viejo Monasterio, hoy Centro de Interpretación, y disfrutar de las vistas del Lago de Sanabria desde allí, me dirigí a la Laguna de los Peces, no sin antes descubrir a la entrada del pueblo, mientras esperaba que una docena de vacas dejaran despejada la carretera, unos versos escritos en la piedra de Miguel de Unamuno:
San Martín de Castañeda
espejo de soledades,
el lago recoge edades
de antes del hombre, que queda
soñando en la santa calma
del cielo de las alturas
sin que se sumen honduras
de anegarse, ¡pobre!, el alma.
Luego, a ascender hasta la Laguna de los Peces, a unos 1750 m de altitud, toda ella convertida en un bloque de hielo de grandes dimensiones. Aún quedaban algunos restos de la nevada de días anteriores que la lluvia no había derretido, y los arroyos que la abastecen se encontraban llenos de carámbanos, en los que parecía milagroso que una brizna de hierba pudiera rodearse de tal cantidad de hielo.
Si además se añade el hecho de que era el único ser humano que por allí andaba, el lugar se mostraba aún más idílico a pesar de que la temperatura no superara los 0º C. Hay valientes que incluso atraviesan el lago a pie en esta época.

lunes, 26 de enero de 2009

Lago de Sanabria


Al terminar de comer, y al encontrame cerca del Lago de Sanabria, decido acercarme. La nieve que aún perdura en los márgenes de la carretera, alberga esperanzas de que la zona del lago se encuentre igualmente con nieve. Y así es, lo que lo hace aún más bonito a pesar del desapacible tiempo, 4 grados y un viente fuerte del norte, que trae con él el aroma de la nieve que acaricia.
Este lago de origen glaciar, tiene muchas historias, algunas de ellas desgraciadamente no muy agradables, como la que sucedió hace medio siglo, un 9 de Enero de 1949 en que las temperaturas en la zona llegaron a los -18º, y de cuyas historías me han contado familares, ya que parte de mi familia es zamorana.
Ese día reventó la presa que existe por encima del Lago, la presa de Vega de Tera, llevándose el agua por el camino el pueblo de Ribadelago y la mayor parte de sus habitantes. El propio lago, absorvió los más de ocho millones de metros cúbicos de agua, que la brecha de 140 metros de la presa dejo escapar. El oscurantismo de la época, minimizó la catástrofe, echó tierra para evitar que los culpables de una mala construcción hecha a toda prisa que fue inagurada antes de que estuviese finalizada y a pesar de que se podían ver las pequeñas brechas de 10 centímetros de las que salía agua constantemente. Para acabar, evitaron el impago de la mayor parte de las indemnizaciones con la peregrina excusa de que sólo se habían recuperado 28 cadáveres y que el resto, 116 donde la mayoría eran mujeres y niños, no eran victimas sino simples desaparecidos, y sin derecho a indemnización por parte de sus familiares. Se mandó construir al Ministerio de la Vivienda el nuevo pueblo, a más altura, Ribadelago de Franco, pero la gente a pesar de que había perdido el 75% de sus ganados y el 60% de sus viviendas, aún tuvo que pagar las nuevas viviendas ya que incluso a los pocos que recibieron indemnizaciones, ésta no les era suficiente
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